Precisamente la “Combi”,
aquél vehículo que se hizo popular en los años 90 frente a la gran demanda de
transporte en la capital y que sigue vigente hasta hoy en nuestro país, ha sido
tomada como referencia para definir lo que se conoce como la “Cultura Combi” en
nuestra sociedad. Creo que podemos afirmar, sin riesgo de caer en exageración,
que la Combi es como una pasarela donde podemos advertir una serie de
inconductas y antivalores en los que, lamentablemente, se ve retratada nuestra
sociedad.
Se han dado cuenta que, en más de una ocasión, cuando hemos subido a
este popular vehículo ¿el asiento que tiene el título de reservado se encuentra
ocupado y no necesariamente por una persona con discapacidad, mayor de edad o
mujer embarazada? También están los que, para seguir gozando de su confort, se
hacen los dormidos cuando ven a una persona que por necesidad, precisa de un
asiento. Están los pasajeros que deciden unilateralmente la tarifa que pagan
sin importar la ruta que sigan: “¿Sabes? Yo hasta San Isidro siempre pago un
sol, ¿ya?”. Está el chofer que frente a
una intervención policial, le extiende solícitamente sus documentos dejando
dentro de estos una generosa contribución monetaria al oficial: “para su
gaseosita pues, jefe”, configurándose la figura de un descarado soborno. Están
los cobradores que, impresentables y maleducados, deciden en forma prepotente cuanto
le cobran al pasajero. Y así, podríamos
mencionar una serie de hechos irregulares que acompañan a este pésimo servicio
y que ha sembrado por años el caos en las pistas.
Veamos el siguiente video que nos muestra las implicaciones de esta pernisiosa cultura y como podemos tomar acciones para salir de esta situación:
Transformemos el Perú
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